Fueron cinco segundos de incertidumbre hasta que el umpire cantó el "out" y desató el festejo enloquecido de Guillermo Vilas, quien 30 años atrás se convertía en el mejor jugador del mundo al ganar el Abierto de Estados Unidos en Forest Hills.
Aquel 11 de septiembre de 1977, Vilas entró a la inmortalidad del deporte argentino al derrotar de manera fantástica al local y número uno del mundo Jimmy Connors, por 2-6, 6-3, 7-6 y 6-0.
Todo un país, que un par de años antes desconocía los argumentos básicos de este deporte, siguió por las imágenes en blanco y negro que transmitían los televisores, las alternativas de una final apasionante que coronó un año inolvidable para el zurdo surgido en Mar de Plata.
Con Guillermo Vilas, el tenis se había convertido en un hecho popular, las canchas improvisadas en las plazas, calles y potreros competían abiertamente con el fútbol, e imitar el juego de potencia y efecto del jugador argentino, una sana costumbre tan similar como aprender a pegarle a la número cinco con el empeine interno.
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